Las buenas intenciones no son suficientes para hacernos mejores. Es necesario que vayan acompañadas de hechos. Si queremos hacer una buena obra, tendremos que ponernos en marcha y hacerla. A veces nos quedamos en los buenos deseos y no damos el paso para convertirlos en acciones. Nos dejamos vencer por la pereza. Es tan fácil abandonarse que solamente con una permanente lucha contra ella podemos avanzar.
Ante los que no son creyentes podemos tener diferentes comportamientos. Uno de ellos, y es el más correcto, es intentar que conozcan nuestra fe y