Nunca nos consideremos indispensables. Porque los cristianos tenemos que huir de todo atisbo de autosuficiencia y orgullo. Sobre todo, cuando se trata de ayudar a los demás o de realizar obras importantes. Sí, tenemos que estar siempre atentos a las necesidades de los otros. Que no se nos vea en los primeros puestos, pero que estemos en todos los casos en los que sea necesaria nuestra presencia. Actuemos desde la oscuridad, sin que se note que somos nosotros los que echamos uno mano a quien está necesitado. Así daremos a Dios y al prójimo grandes alegrías.
Vivir la fe de forma tibia, poco valor tiene. El cristianismo no es un regalo que se nos haya dado para disfrutar de él en