Los pobres nunca son una carga para un cristiano. Dios nos lo ha dejado dicho por activa y por pasiva: el pan que dais a un hambriento me lo dais a mí, cuando consoláis a quien está afligido, a mí me consoláis, si vestís a un desnudo, me estáis vistiendo a mí… No busquemos interpretaciones interesadas a la hora de servir a los más necesitados. Porque es Cristo quien está en cada persona pobre, desvalida, triste, hambrienta, desnuda, presa… Y lo que a cada una de ellas hacemos, es a Dios mismo a quien se lo hacemos. Por eso es tan agradable para los creyentes auténticos ser servidores de los pobres.

En las relaciones humanas el respeto al otro es clave para conseguir el respeto mutuo. Pero más que ese respeto a los demás debe ser