Jesús nos dejó a su madre por madre nuestra. Está siempre dispuesta a escucharnos para ayudarnos en nuestras necesidades. Acerquémonos a ella sin miedo. Como hijos confiados en su amor. Aunque seamos, a veces, rebeldes. Recurramos a ella con frecuencia. Es quien mejor nos puede guiar para caminar como buenas personas por la vida. Su presencia dentro de nuestros corazones nos ilumina en los momentos en los que estamos más abatidos o desorientados. Que nos acompañe siempre. No nos alejemos nunca de su protección.
¿Con qué razonamientos vamos a pedir ser perdonados si nosotros no somos capaces de perdonar? Injustos seremos si tenemos la osadía de exigir que no