Aunque duela, aunque conlleve sufrimiento y menosprecio, lo correcto es ir con la verdad por delante. Mostrarnos a los demás como realmente somos. No fingir. No mentir. No edulcorar la realidad. No debemos tener complejo en decir lo que somos, en qué creemos, por qué obramos siguiendo las enseñanzas de Jesús. Incluso aunque ello nos ocasione el mayor de los sacrificios, el de la propia vida.

Quienes triunfan ante Dios no son los más guapos. Ni los más ricos. Ni los más sabios. Los que están más cerca de Él son