La grandeza de lo que hacemos está en el amor que ponemos en ello. No nos lamentemos de nuestras pocas fuerzas o de la escasa capacidad que tenemos para llevar a cabo importantes acciones. Dios no nos exige cosas imposibles, sino que reconozcamos nuestra pequeñez y que lo que hagamos por Él, aunque sea insignificante, lleve una gran carga de amor.

Como miembros de la Iglesia que fundó Cristo, estamos llamados a ser misericordiosos con los demás, creyentes o no, pecadores o santos, y a mostrarles