No hay otro camino para amar a Dios que no pase por amar al prójimo. Él lo ha querido así y de esta forma nos lo ha enseñado. Por tanto, lo que hacemos a los demás, a Dios se lo hacemos. Lo bueno y lo malo. Dios está en cada ser humano y si causamos dolor físico o psíquico a una persona, a Dios se lo causamos. Si no comprendemos esto, no hemos entendido el mensaje cristiano. Todo lo que hagamos a las personas que nos rodean se lo estamos haciendo a Dios que está en ellas.
Amar a los demás, como Cristo nos ha enseñado, es reconfortante. Nunca cansa. Al contrario. Infunde mayor vitalidad. Es como si cada obra buena que