La mortificación física y voluntaria del cuerpo no es buena penitencia si nos aparta de poder cumplir con nuestras obligaciones. A veces queremos auto convencernos de que el sacrificio corporal nos acerca más a Dios, sin ver que nos puede estar alejando de servirle en los hermanos y en las tareas que tenemos encomendadas. En nuestra ceguera podemos estar intentando ser santos a nuestra manera, no a la manera que al Señor le gusta, y huimos de nuestras responsabilidades.
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Anunciar el Evangelio es tarea de todo bautizado. Pero este anuncio no es suficiente. Ha de ir acompañado de los actos que pregonen, a los